Legados de hilos y palmas

*En la capital poblana, artesanos de la Mixteca y la Sierra Norte muestran el arte que paso de generación en generación

Jaime Carrera

Puebla, Pue. En medio de enormes inmuebles históricos en el corazón de la ciudad de Puebla, sobre la calle 6 Sur a un costado del edificio Carolino, unas pequeñas figuras de rígida textura, pero con detalles multicolor, sobresalen de entre la vorágine citadina.

Son diminutas, miniaturas, pero cada una concentra un proceso artesanal heredado de generación en generación en la Mixteca, lugar de tierra árida y calor endemoniado, donde se libra una lucha diaria: mantener una identidad envuelta en tradiciones y costumbres.

Janet Espinosa, mujer originaria del municipio de Chigmecatitlán, aguarda con una gran variedad de artesanías y utensilios hechos a base de palma, mientras tanto, en su tierra, decenas de personas cortan hojas o gajos de una planta que crece en abundancia, otros más, están por tejer.

En la gran urbe poblana, una cuadra arriba y con dirección hacia El Parián, las huellas del tiempo son más que visibles en las manos de otra mujer, Celestina, proveniente de Huilacapixtla, una verde localidad enclavada en la Sierra Norte de Puebla en el municipio de Huauchinango.

El nombre de su comunidad apenas aparece en el mapa, en medio de un entorno vasto de naturaleza, se asoma una pequeña comunidad que apenas rosa los dos mil habitantes, pero que es cuna de artesanos, sobre todo, mujeres expertas en el manejo de hilos y telas.

En algo coinciden ambas mujeres, afuera de negocios o en puntos turísticos de la capital poblana, suelen promover sus artesanías, que en el caso de Celestina, van desde servilletas para tortillas hasta elaboradas tiras ensartadas en prendas de ropa como blusas o camisas.

“Yo aprendí de chiquita, mi mamá me enseñó desde que era chiquita y me enseñó a coser todo esto, hasta las abuelitas cosen todavía, allá en el pueblo, a pura mano”, pronuncia con un español masticado la mujer de Huauchinango que aguarda con sus productos en una banqueta.

Por su parte, Janet explica que el proceso de tejido con palma es sumamente minucioso: se escoge la hoja, se tiñe, prepara y corta de acuerdo con las medidas de cada objeto, que sumado a las labores del hogar, ocasionan daños irreversibles en sus dedos y huesos.

“Hay miniaturas o bolitas, se les dice kitzindu, significa eso: bolitas o rueditas, por lo regular como lo que hago es miniatura la palma va muy delgada, eso hace que las piezas salgan así, pequeñas”, señala, luego de precisar que en la Mixteca son muchos los municipios que manejan la palma.

Sean de municipios de la Sierra Norte o de la Mixteca, e incluso, de otras regiones del estado como el valle de Tehuacán e incluso, de demarcaciones del área conurbada, los artesanos ven en la capital del estado como una opción para ofrecer y comercializar su arte.

El tiempo transcurre al ritmo de los dedos de cada una de estas mujeres, una maneja rígidas hojas, la otra, suaves hilos, pero ambas sin saberlo, mantienen una conexión intangible: la de llevar a sus pueblos originarios en el corazón y compartir sus artesanías.

A la resistencia y apego a lo que durante por años les ha permitido a las dos ser económicamente activas, se suma un reto más para ellas en Chigmecatitlán y Huauchinango: preservar su lengua y compartir con las nuevas generaciones la importancia de mantener su identidad, cultura y su pasión por la vida y el trabajo.

 

Compartir: